Ilustración: Lucia Urrea.
Se expone inicialmente la tendencia socio-histórica de ir de la anónima diversidad individual a la identidad social, a partir de una fe y un reino. Esta identidad social iniciada en el contexto religioso y en un diámetro europeo, se fragmenta con Lutero. La unidad se logró dentro de los territorios nacionales en la Modernidad. Mas la dialéctica unidad-diversidad parece funcionar históricamente de tal modo que alcanzada una se inicia la exigencia del reconocimiento de la tendencia contraria. En el mismo nivel nacional la diversidad de naciones lleva -por variadas causas- a la globalización de algunos valores sociales transnacionales; pero esta incipiente unidad hace emerger el desafío de la exigencia de la revalidación de la individualidad personal y de los valores locales. Finalmente vuelve a tomar sentido el gran desafío: ¿es posible globalizar los beneficios sin globalizar también las injusticias?