Argus-a Vol. XIV Edición N° 53 / Septiembre 2024 / Argusa Artes & Humanidades Corp. CA. USA / Bs. As. Argentina / ISSN 1853-9904 / Index: MLA y Latindex
Sara García: icono cinematográfico nacional mexicano, abuela y lesbiana
Ileana Baeza Lope

El cine mexicano de la época de oro ha servido como el medio más efectivo para difundir y perpetuar narrativas posrevolucionarias de identidad, unidad y moralidad en el imaginario popular mexicano. Desde sus inicios en la década de los 30 hasta su declive a finales de los años 50 y principio de los 60, tanto las imágenes de las películas más memorables como las luminarias más emblemáticas se transformaron en íconos culturales y materializaron la representación de una forzada heteronormatividad como sinónimo de estabilidad social, mexicanidad y progreso. Productores y directores se dieron a la tarea de fabricar una utopía nacional cinematográfica representada en valores familiares convencionales, que a su vez funcionaban como una metáfora de la reunificación del país bajo la ley del padre/presidente de la República Mexicana.

Los arquetipos heteronormativos cuidadosamente moldeados vencían adversidades porque perpetuaban instituciones sociales heteronormativas. En contraste, los personajes disidentes funcionaban como advertencia de las calamidades que podrían ocurrir cuando se rompe el statu quo. Sin embargo, la transgresión del orden social posrevolucionario también puede observarse en la representación de los personajes más convencionales. Este es precisamente el caso de la performatividad queer que la actriz Sara García imprimió a sus personales mejor recordados de madre santa y abuela venerada, con los cuáles destaca fisuras en el esfuerzo por naturalizar la pasividad sexual y la maternidad heterosexual como el núcleo de la identidad de la mujer mexicana.

García se valió de la gran aceptación de sus personajes de machorra para revertir la hegemonía de la familia heteronormativa. La actriz interpretó personajes involucrados en asociaciones familiares no convencionales que contrastaban el fracaso de la paternidad heterosexual con el triunfo de la maternidad sáfica. De la misma forma, la queerización de sus personajes problematiza el privilegio de género masculino al reducir la presencia del hombre a un elemento redundante para la trama de historia, en la mayor parte de sus películas.

Su trabajo actoral se encontraba cercano a su propia realidad familiar sáfica y a pesar de su queeridad dentro y fuera de las pantallas de cine, Doña Sara García fue en su tiempo, y continúa siendo, un ícono nacional mexicano por antonomasia. A casi cuatro décadas de su muerte, generaciones de mexicanos, chicanos y México-americanos conocen su legado y reconocen en su imagen la nostalgia de un México utópico que nunca existió.

Abstract

Mexican Golden Age Cinema materialized the narratives of identity, unity and morality that became the obligated point of reference to understand social stability and mexicaness during the post-revolutionary period. Film stars of the period evolved into cultural icons that embodied the representation of patriarchal order as a synonym for order, nationalism and progress. Dissident depictions, however, that challenged carefully tailored heteronormative roles were as much a part of the post-revolutionary reality as was the attempt to manufacture a utopic heterosexual family on screen, that functioned as a metaphor for national reunification under the law of the father/president of the Mexican Republic. Nonetheless, even when a distinguished member of the Mexican star system, Sara García´s queer performativity of her quintessential sainted mother and even more revered grandmother characters highlights fissures in the effort to naturalize sexual passivity and heterosexual motherhood as the core of Mexican women identity. Furthermore, García took advantage of her romanticized butch characters to revert lesbian invisibility in movies where she portrayed roles that exemplified Sapphic households capable of successful parenting. In most of García’s films masculine presence became redundant, hence challenging male privilege. Not very far from her own reality, García’s queer women of a certain age, involved in female marriages, contested the post-revolutionary discourse of stability and mexicaness even in the heteronormative realm of Golden Age Filmmaking. Regardless of her queerness, unlike any other transgressive figure, Sara García became a national icon in her time and her image continues to hold relevance in current Mexican popular culture. More than three decades after her death generations of Mexican, Chicano and Mexican-American individuals are still familiar with her legacy and her image has evolved into the representation of the nostalgia for a Mexican utopia that never was. 

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