Este trabajo es una invitación, desde distintos vértices, que no pretenden alcanzar un sentido limitadamente unívoco, a la lectura de la realidad histórica actual, desde la trascendencia constitutiva de la esperanza. Ya que, nunca antes como en nuestros tiempos, se hace necesaria una lectura de los fundamentos de la vida social a partir de la radicalidad problemática del futuro.
El texto argumenta esta tesis central desde el análisis de algunas de las falencias existenciales, éticas, epistemológicas y, en general, desde el reconocimiento del deterioro de las condiciones de la vida humana en sociedad. No sólo se trata ya de analizar las fallas de nuestros vínculos fundantes y de la misma subjetividad, sino, también, y mucho más grave, de reconocer los escollos de las posibilidades explicativas de esa misma realidad, que aparece centrada en la crisis como su condición característica, el miedo como constitutivo de los lazos sociales y de la inseguridad respecto de un horizonte de la vida buena, esto es, del buen vivir con las y los otros y con la vida en general.
En dirección quizás opuesta al quehacer institucionalizado y formalizado de las denominadas ciencias humanas o sociales, se propone la necesidad de realizar un retorno a una efectiva comprensión e historización de la vida social sobre el fundamento de la libertad. Esto implica un reposicionamiento de la vida humana, tal vez (¿por qué no?) desde una renovada visión del sujeto, que se concrete mediante una “historia del futuro”.
Por historia del futuro no se plantea de ninguna manera una reivindicación del voluntarismo o del determinismo histórico. Se entiende por ella, únicamente la urgencia de ubicar nuestros actos individuales y colectivos sobre la impronta gnoseológica y practica de un futuro viable para las condiciones sociales y vitales de las personas. Vale decir, se entiende por “historia del futuro” la necesidad de radicalizar los caminos de la esperanza a través de la libertad de ese otro sujeto que se piensa, por lo tanto, como un sujeto múltiple, material, diverso, complejo y, ante todo, solidario con la alteridad como con su rasgo más importante y definitorio.